No estoy exagerando. Muchos hombres cumplieron un papel, algunos heroicos, algunos dieron la vida, pero las mujeres venezolanas cumplieron el papel determinante en aquellas jornadas de los días 12 y 13 de abril de 2002 (…) Después me sacan de Fuerte Tiuna y me llevan en helicóptero cerca de la media noche a Turiamo. Me querían matar en Fuerte Tiuna, pero un grupo de oficiales lo impidió (…) Entonces me llevan a una enfermería de la base naval y aparecen otra vez las mujeres: una doctora y una enfermera, militares las dos. La doctora me chequea esa madrugada. Y la enfermera, una mujer joven, morena, de Barlovento me dijo que era. La doctora salió y ella se queda (…) Entonces, aquella muchacha me dice: “Mi mamá lo quiere tanto. Y mi hijo, si usted lo viera cuando usted sale por televisión, se para firme y saluda”. Yo le pregunto: “¿Y tú hijo, ¿cuántos años tiene?”. “Tiene tres”. “Cómo se llama”, y tal…
Ella me habla y se va llorando. Exploté… y me metí en el baño a llorar, pero en esas lágrimas me pasaban todos los niños pobres del mundo, los descalzos (…) Después me lavé la cara, me senté en una sillita. Y juré una vez más: “Yo tengo que volver”.
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