
Había tiempos difíciles cuando la abuelita no podía hacer el dulce. Yo le decía a Luis Alfonso, el bodeguero, donde compré toda la vida: “Luis Alfonso, vengo a fiar un bolívar de plátano”. Y él anotaba ahí, porque estábamos pasando por una situación difícil. Pero luego me ponía las pilas, como decíamos. Mi abuela hacía doble dulces, yo vendía más rápido y le pagábamos la locha o el bolivita que nos había dado fia’o Luis Alfonso. La gente humilde es honrada.